Nuestro Señor Jesús es el modelo ideal para todo diácono, ya que Él mismo vino, no para ser servido, sino para servir. Como Jesús fue el primer “diácono” (servidor), tal posición es honrosa; no en cuanto a su jerarquía, sino intrínsecamente. Esto incide en el mejoramiento espiritual del que sirve.
Cuando el diácono crece, se renueva constantemente, convirtiéndose en un cristiano más útil. Cada día es mejor, más humilde, más servicial, más amable, tanto que llega a ser una pieza indispensable en la obra del Señor.
Cristo Jesús, por su ejemplo y vida diaconal, enseño a sus seguidores a través de la diaconía el camino a la grandeza con Dios y con los hombres.
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